Las imágenes de un piloto fumando instantes antes de una carrera o de una calificación pueden resultar chocantes para quien no acostumbre a ver imágenes históricas o quien sea un fan reciente del automovilismo. Pero no era para nada extraño en un tiempo pasado, donde los peligros del tabaco eran irónicamente de los que menos se preocupaban los pilotos, si consideramos lo que suponía salir a correr en un Lotus 72, un Williams FW08 o un Mclaren M23.
Hoy en día, tal y como se ha profesionalizado el deporte, ver este tipo de cosas en parrilla resultaría un escándalo, ya que los pilotos tienen que dar la imagen de chico sano que antaño muchos solían descuidar, unos mas que otros, como ejemplo (recurrente, cierto es) James Hunt, el Chico malo de la Fórmula 1. El mismo que a mitad de tanda en unos entrenamientos libres se bajaba del coche para tomarse unas cervezas debajo de la primera sombra que tuviese cerca. Que le quiten "lo bailao"
En una época en la que todo era menos profesional, con mas libertades en los reglamentos (llegando a competir coches con motores atmosfericos V12 de 3 Litros con motores Turbo V6 de 1.5 litros en la misma parrilla) muchos aficionados, entre los que me incluyo, encuentran una especie de bálsamo para curar la herida que supone la Fórmula 1 de hoy en día en comparación. Si, es cierto que en cuanto a seguridad tanto pilotos como mecánicos, e incluso aficionados y personal del circuito han ganado muchísimo. Es cierto que hoy en día hay accidentes espectaculares y las probabilidades de salir simplemente herido son escasas. Pero aunque ahora todos puedan salir sin miedo de sufrir un accidente mortal y puedan ir al máximo de sus capacidades sin preocuparse en exceso por la falta de seguridad, que es nula, hemos perdido algo por el camino. Algo que yo catalogo como el espíritu de las carreras. Hoy en dia, por mal que suene, cualquiera puede subirse a un F1 y correr. Y si no sois de ese pensar, podéis acudir a google y buscar "Pastor Maldonado Crash". Teneis entretenimiento asegurado.
Cuando un fórmula uno tenía tres pedales, cuando había que quitar la mano del volante para engranar las marchas, cuando un solo error significaba una rotura o una salida en la que podías perderlo todo, solo unos pocos valientes se atrevían a desafiar a las máquinas más rápidas y los circuitos más exigentes. Porque antiguamente los circuitos suponían un verdadero reto, como el mis mismo Nordschleife, el Infierno Verde, o el antiguo GP de Spa. Circuitos sin guardarraíles o con los precarios Armco de los años 70 echarían para atrás a cualquiera de nosotros, pero un grupo de elegidos se sentaron en sus respectivos coches en sus respectivas temporadas y le susurraron agarrando el volante "Ha llegado nuestro momento". Para bien o para mal. Muchos de aquellos "pequeños gladiadores" han vivido para contarlo, muchos otros no. Pero así era la Fórmula 1 en una época en la que se corría con el corazón. Así era una Fórmula 1 en la que el riesgo de no volver a casa era asumido como parte de tu trabajo. Así era una Fórmula 1 en la que no se escondían, en la que llegar a las manos con otro piloto quedaba en una anécdota como cualquier otra, la Fórmula 1 del todo o del nada, en la que los motores rugían tanto que resultaba casi imposible estar a su lado, en la que se forjaban las leyendas y se escribía la historia dejando una huella permanente en la retina y la memoria, ya fuese vista en directo o vista a posteriori. Una Fórmula 1 que cautivaba.
"Si el dinero desapareciera, seguiría corriendo. Amo el automovilismo." Gilles VIlleneuve.