"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un sólo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es."
Jorge Luis Borges. El Aleph.
Nuestra vida, como dijo Borges, se marca por momentos. Generalmente son momentos de gran impacto en nosotros, de esos que dejan huella en nuestro recuerdo. Mi momento, como diría el argentino, ocurrió hace poco más de cinco años y guarda una relación total con el mundo de los rallyes y, en especial, con el de la seguridad.
Un cumpleaños es siempre un día único, aunque se repita cada 365 o 366 días. Es ese día en el que tú eres el centro de atención, y lo sabes, y lo disfrutas. Por un día eres el protagonista. ¿Qué puede haber mejor que ir de rally el día de tu cumpleaños? Pues, a bote pronto, no se me ocurre nada.
Aquel día, 21 de mayo de 2011, se celebraba la segunda edición del Rallysprint de Pozoblanco. Era una jornada de carreras perfecta, con un cielo despejado y una temperatura agradable. La asistencia a las cunetas también fue muy buena, con público desde muy temprano. La zona del puente, la más baja del tramo que une Pozoblanco con Villaharta y que está caracterizada por el puente que cruza el río Cuzna, estaba abarrotada de espectadores y de coches.
Con 16 años recién cumplidos no podía pedir nada más. Me acompañaban mi padre y un amigo y la inscripción era atractiva. Recuerdo, como ocurre en cualquier prueba de esta índole, que se respiraba alegría, espectación, y alguna que otra parrilla funcionando. Mi máxima a pie de tramo es andar lo menos posible, pero aquella mañana estaba dispuesto a hacer una escepción.
Aparcamos en un llano a la derecha (si vas desde Pozoblanco hacia Villaharta) que daba entrada al puente. Fuimos los primeros en llegar, cuando aún no había ni cintas puestas. Subiendo un par de curvas hay un lugar, en altura, desde donde puede verse bastante. Un poco más arriba hay un cambio de rasante y apenas dos curvas más adelante se puede ver una recta muy larga que termina en una curva muy cerrada a la izquierda.
"Ese es el sitio" me dije.
La música y el jolgorio, que también invitaban a la fiesta, dejaron paso un silencio nervioso cuando la caravana de seguridad hizo acto de presencia. Atrás quedaba la espera. Empezaba lo serio. Con una pizca de enfado dejé atrás el sitio para colocarme en aquel lugar en altura que mencionaba al principio. Los vehículos iban de izquierda a derecha en dirección ascendente. Pasó uno. Pasó otro. Así hasta ¿cinco?, ¿seis? No recuerdo muy bien cuándo dejaron de pasar.
El antes y el después, o el momento del que hablaba Jorge Luis Borges.
Quien haya ido a un rally, sin importar cuán avezado sea, sabrá lo que significa una espera de más de dos minutos entre coche y coche. Sabrá del nerviosismo y de las suposiciones que abarrotan, como una neblina, el ambiente de cualquier curva. Quien haya visto a alguien bajar desde unas curvas más arriba pidiendo ayuda sabrá, también, cómo el deporte pasa totalmente a un segundo plano y cómo el tema de la seguridad comienza a formar un run-run en su cabeza.
El trágico suceso ocurrió en el sitio. En aquella curva cerrada a izquierdas al final de la larguísima recta. Apenas unos 200 o 300 metros más arriba de donde estábamos nosotros. Uno de los participantes se había quedado sin frenos (el maldito azar quiso que eso ocurriera precisamente allí) y había atropellado a tres personas. Pero eso no lo supimos hasta mucho después.
En esos minutos todos hicimos una profunda reflexión mental sobre la seguridad en los rallyes. Eso que muchos no paran de mencionar en los noticiarios, o en artículos sin ningún tipo de tacto o vergüenza, acababa de pasar, y había pasado por algo. Por un error, sin duda.
No hay que buscar culpables, hay que trabajar para que no vuelva a ocurrir.
Buscar culpables cuando el daño está hecho es estúpido. Lo más que se puede conseguir son momentos incómodos e innecesarios, porque posiblemente los culpables hayan aprendido la lección. Así pues, una vez hecho el daño, hay que trabajar dura y seriamente para que no se vuelva a producir.
Organizar un rally es una labor muy complicada y desagradecida en no pocas ocasiones. Se necesita tiempo y personal humano, además de una gran cantidad de dinero. Los organizadores hacen todo lo posible para que no ocurran desgracias y está en nuestra mano que su trabajo se vea recompensado o, al menos, que no se vea empañado.
Vivimos en una época en la que los medios de comunicación han virado, en una preocupante mayoría, hacia el lado sensacionalista y amarillista más vil que conocemos. Son tiburones que, nada más oler la sangre, se lanzan en tromba encima de la víctima para alimentarse de ella hasta que ya no quede nada. Son chacales, buitres, hienas que se alimentan de carroña porque, de otra manera, no pueden conseguir la audiencia que desean.
Sin ir más lejos Antena 3 lanzaba una pregunta tan estúpida como carroñera a la audiencia mientras emitía las imágenes del accidente de A Coruña: "¿Deberían prohibirse los rallyes?"
En nuestra mano queda seguir alimentando a esa calaña. Es fundamental respetar las cintas y las indicaciones de aquellos que velan por la seguridad a pie de tramo, y es fundamental hacerlo siempre con sentido común. Por nosotros. Por el deporte.
Redacción: Sergio Peñas.
Twitter: @WRCSergio
Twitter: @WRCSergio